Vida y color en Antioquía



Sobre todo durante las estaciones frías en las que el cielo de Lima se pone más gris que de costumbre, una agradable ruta de escape se presenta a solo una hora y media de la ciudad capital. Se trata de Antioquía, pintoresco pueblo ubicado en el valle medio del río Lurín, a 43 kilómetros de Cieneguilla.

Para acceder al poblado se puede ir en auto por la carretera afirmada que enrumba hacia Huarochirí. Si no disponemos de movilidad propia, hay que llegar hasta el óvalo principal de Cieneguilla y tomar un taxi o colectivo que nos deja en la zona por una módica suma.

En el trayecto de subida al valle nos encontraremos con los pueblos de Chontay, Nieve-Nieve y Sisicaya. Como en estos lugares no hay grifos, todas las revisiones y abastecimientos de agua y combustible deben hacerse en Cieneguilla para continuar la ruta sin problemas.



El arribo

El punto de confluencia de los visitantes es la plaza de armas de Antioquía, desde donde se puede observar las casas, iglesia y escuela del pueblo decoradas con coloridos motivos que transmiten el espíritu alegre y gentil de los antioqueños.

Para ofrecer un mejor servicio a los turistas, la municipalidad viene realizando trabajos de mejora en el abastecimiento de baños públicos y lugares para comer, ya que actualmente solo se dispone de un restaurante en la plaza.

No obstante, hay varias bodegas donde se puede degustar los deliciosos jugos y potajes hechos con frutas frescas que cultiva los propios pobladores. Y a falta de hoteles, algunos destinan sus viviendas como hospedajes, lo cual constituye uno de los encantos del vistoso poblado.



Nuevas experiencias

En la plaza de armas se puede preguntar por las guías locales, que realizan visitas a los circuitos de trecking alrededor de Antioquía, así como a sus campos de cultivo y al río Lurín, que tiene una de las mejores vistas del lugar.

Gracias al apoyo de organismos no gubernamentales, los antioqueños tienen un floreciente negocio de dulces y mermeladas de gran calidad que ofrecen como recuerdo a los visitantes. Vale la pena llevar varios potes y tomarse muchas fotos en las originales fachadas del pueblo. Sin duda, toda una experiencia de vida y color.

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