Procesión del Señor de los Milagros



Lima es una ciudad que tiembla. Ubicada sobre la Placa Continental y la Placa de Nazca, ha sido siempre una metrópoli telúrica. Esta inestabilidad terrestre ha influenciado no solo la cotidianeidad limeña, sino también la fe de sus habitantes. Por algo el culto al Señor de los Milagros, o Señor de los Temblores, es tan extendido.

También llamado Cristo Moreno, el Señor de los Milagros es, sin lugar a dudas, uno de los íconos religiosos más populares del Perú. El mito cuenta que esta imagen milagrosa, pintada por un esclavo angoleño en el santuario de Las Nazarenas durante el siglo XVII, sobrevivió en 1655 a un terrible terremoto que no dejó piedra sobre piedra. Cuando el polvo se asentó después de la catástrofe, el Señor de los Temblores dominaba incólume la devastación. Desde entonces, su culto creció exponencialmente hasta convertirse en la manifestación religiosa más populosa del mundo, con una afluencia anual de 40 000 personas. Un verdadero desborde de fe.



Cada octubre un mar de creyentes emprende el peregrinaje por las calles de Lima en busca del favor de la deidad morena. La legendaria imagen es movilizada, entre humo de sahumerios y oraciones entrecortadas, por 20 cuadrillas de “cargadores” que se turnan el honor de sostener sobre sus hombros los 1700 kg de peso del anda. Lo acompaña la Virgen de la Nube en el reverso del lienzo, advocación ecuatoriana inspirada por una aparición de la Virgen en las nubes en 1696. Se trata pues, de dos imágenes milagrosas en una.

A nivel cromático, el morado domina el rito. Ese color simboliza la fe y la devoción, y es herencia directa de las nazarenas. Así, mientras el cardumen de purpúreos creyentes desparrama rezos por las avenidas, los comerciantes venden anticuchos, estampitas y el clásico turrón de doña pepa. Y es que la historia de Josefa Marmanillo, “Doña Pepa”, constituye el milagro más famoso del Cristo Moreno: enferma de parálisis, se dice que fue curada por la imagen y que, en agradecimiento, le inventó el postre milagroso.

Ya son 42 años sin que un terremoto remeza Lima, la capital más tectónica del hemisferio sur, y es válido preguntarse si, más allá de las preferencias religiosas, no será útil levantar una plegaria al Señor de los Temblores para pedirle que mantenga serena la tierra. Basta con seguir el Himno Nazareno: “Señor de los milagros / aquí venimos en procesión / tus fieles devotos / a implorar tu bendición”. Por si acaso, ¿no?… nunca se sabe.

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