Queríamos volver a la selva a disfrutar de la naturaleza, pero estábamos un poco cansadas, así que decidimos hacer un viaje que combinara aventura con las comodidades de un hotel como Villa Amak. Partimos muy temprano de Lima y llegamos a Iquitos, capital de Loreto. Esta ciudad siempre nos recarga de energías, con sus calles coloridas, música alegre en cada esquina y sobre todo la forma de hablar que tienen los iquiteños, tan cantada y tan amable. Esta vez fue Rosendo quien nos alegró la mañana con un paseo guiado por el barrio flotante de Belén, ubicado en la desembocadura del río Itaya. A pesar del intenso comercio y el turismo que se da en esta zona, este es uno de los barrios más pobres de la ciudad. Nos dijeron que es una zona algo peligrosa (y si no se va con un guía que conozca, puede llegar a serlo), sin embargo, las personas saludan con ese carisma que caracteriza a la gente de la selva.
Después de nuestra visita por CREA, nos fuimos hasta el puerto Bellavista Nanay, desde donde partimos en bote hacia Villa Amak, llegamos tan solo 50 minutos después. En el hotel nos recibieron con mucha buena onda y un refrescante jugo de camu camu. Luego, nos explicaron lo que haríamos en los siguientes días. Después de descansar y almorzar, hicimos una caminata hasta una ceiba, el árbol más grande de la amazonía. Esta ceiba tenía aproximadamente 30 metros de alto y entre 25 y 30 años de antigüedad. Después de ver ese espectacular árbol, navegamos por el río hasta el atardecer, mientras veíamos aves, delfines y otros animales de la selva, y Kevin, nuestro guía, nos explicaba sobre la importancia de conservar este ecosistema.
Al día siguiente visitamos la Comunidad Nativa Los Yaguas, en donde don Mamerto y los demás hombres, mujeres y niños de la comunidad, nos recibieron con danzas típicas, y muchas ganas de enseñarnos sus costumbres. Después de bailar juntos, fuimos a ver las artesanías que hacen y venden a los turistas, y nosotras nos divertimos aprendiendo a tocar maracas y otros instrumentos. Al final de la visita, Mamerto nos enseñó a usar su cerbatana, y fue muy divertido, ¡Caro casi le dio al blanco!