El lago Titicaca, compartido por el Perú y Bolivia, es el lago navegable más alto del mundo, a 3,810 metros sobre el nivel del mar. En el lago hay islas flotas que aún son ocupadas por el grupo indígeno aymara, y conservan su cultura tradicional. También hay varias islas más grandes habitadas por los aymara, donde los turistas pueden quedarse con una familia anfitriona.
Un vistazo a la vida agricultora
Pepe sirve como mediador entre el mundo de la vida indígena y la curiosidad del viajero. Su empresa turística permite que los extranjeros de sociedades desarrolladas tengan un vistazo de la vida diaria de campesinos rurales. Es nativo del distrito del lago Titicaca y guía tours desde Puno, Perú, de manera interdiaria hacia las islas Uros, Amantani y Taquile.
El discurso de Pepe sobre la historia de esta preserva Inca y la vida de sus habitantes dura dos días. Su ensayado discurso es dado en español y luego en inglés, aunque sus clientes usualmente hablan inglés, alemán o francés.
Los dos días incluyen un tour en bote por las 49 Islas Flotantes, construidas con cañaverales, y una estadía de una noche con una familia indígena en la isla de Amantani, y una vista a la isla Taquile el día siguiente. El costo total de la excursión de dos días es de 10 dólares.
Los habitantes de la isla de Amantani, donde pasé la noche con una familia aymara, están desconectados de sus parientes, que viven en tierra firme. Los aymara están clasificados como un grupo distinto al quechua dentro de la subfamilia andina en la familia lingüística de los Andes ecuatoriales.
Huellas polvorientas
Nancy, nuestra valiente líder, caminaba delante de nosotros, serpenteando por las huellas polvorientas sobre las viviendas de adobe y jardines de trigo de los indígenos Amantani. Conocía todos los recovecos de los caminos, donde podías torcerte el tobillo en la noche o durante el día, un conocimiento innato que ningún mapa puede prever.
El aire, a una altura de 3,800 metros, te da la sensación de haber contenido la respiración bajo el agua y recién estar inhalando esas primeras bocanadas de aire que tomas en la superficie.
Los incas construyeron su ciudad, Machu Picchu, en la cima de las montañas de los Andes a una altura de 8000 pies, así que es lógico que alcanzaran logros de los dioses.
Mate de coca
Mi amigo y yo, acostumbrados a vivir al nivel del mar, nos sentíamos asmáticos durante gran parte de nuestro viaje –con ‘soroche’– que me dejaba sin apetito y con problemas de sueño. Los nativos me recomendaron mate de coca.
El té está hecho a base de una antigua planta de Perú y Bolivia, y es usada por los mineros y obreros para combatir el hambre, la sed y la fatiga. Para los viajeros, no acostumbrados a los drásticos cambios de altura, los ayuda con las naúseas, la fiebre y los dolores de cabeza.
Nancy tenía alrededor de sus veinte años, de raíces Incas, y su ancestro materno del siglo 11 pudo heredarle sus ojos.
La sangre de Nancy pertenece a una dinastía de guerreros que conquistaron Sudamérica al nivel de lo que hizo Alejandro Magno en Europa. Ella es tímida y evita la mirada de los extranjeros cuando les habla.
La generación de Nancy marca un cambio en el futuro de la civilización incaica; ellos aprenderán a hablar español en la escuela primeria. Dentro de 25 años, tanto los gobiernos de Bolivia como de Perú habrán incorporado al pueblo aymara a la sociedad moderna.
Lazos muy fuertes
El incremento del ecoturismo alrededor de la región del lago Titicaca ha forzado que las poblaciones indígenas se hagan bilingües. Aún así, el lazo familiar entre la antigua y nueva generación es tan fuerte que no hay señales de una cultura difusa.
No hay electricidad, carros, la policía o perros en la sila. Es un paraíso a comparación de las ciudades modernas de América del Sur, congestionadas con el tráfico, la sobrepoblación y la contaminación.
En nuestro viaje hacia casa de Nancy, nos cruzamos con mujeres y sus hijos, cargando la cosecha sobre sus cabezas y hombros.
Nancy se apresura entre sus amigas, que están vestidas de la misma manera y encargándose de los quehaceres diarios; la llaman en Quechua y empiezan a reír. Mi amigo y yo nos sentimos incómodos; parece que acabamos de salir de una máquina del tiempo. Todo lo que estoy vistiendo fue hecho en una fábrica con una etiqueta de un país de exportación, y es de materiales como Gore-Tex, poliéster y rayón.
Las mujeres de Amantani están vestidas sin distinción aparente entre ellas. Después nos contaron que una mujer joven debe usar una falda y una faja de colores brillantes para mostrar que es soltera, mientras que una falda de color oscuro simboliza que está casada.
Un hogar aymara
Caminamos por 20 minutos antes de llegar a casa de Nancy. Se encuentra en la cima de un acantilado con vistas al azul Lago Titicaca, con un cuerpo que se asemeja al océano abierto.
Su madre está esperándonos en la puerta de su casa mientras sostiene una oveja bebé, el más reciente miembro de la familia. Nancy nos muestra nuestros cuartos y nos dice que pronto servirán el almuerzo.
Nancy vive con su madre y sus seis hermanos, que tienen entre 4 y 20 años de edad. Su padre, que apenas fue mencionado durante nuestra estadía, va a buscar trabajo a Puno, que está a 4 horas en bote de Amantani.
Su padre, como muchos de los hombres que vive en las islas del Lago Titicaca, se ha adaptado al mundo moderno, trabajando muchas horas en fábricas a cambio de soles (la moneda peruana). En la comunidad se tiene la creencia que ser perezoso es pecado.
El dinero extra se invertirá en pagar una educación para sus hijos. Cuando los hombres regresan a casa vestidos en jeans azules, polos y gorros de béisbol, sus familias deben asumir que ese es su uniforme.
Subsistencia familiar
Mientras que los Amantani han sido familias agricultoras por mucho tiempo, en los últimos años los quehaceres diarios han sido relegados a las mujeres y a los niños, mientras que los hombres han pasado a formar parte de la mano de obra del siglo 21. Las mujeres de la isla rara vez ven tierra firme, y su única imagen del mundo desarrollado es la que los turistas les traen.
Se habla Quechua en el hogar, y como Nancy habla español con mayor fluidez, ella es nuestra anfitriona durante nuestra estadía. Su timidez es una característica de muchas de las mujeres de la isla. A diferencia de los hombres, que han desarrollado sus habilidades sociales al interactuar directamente con el resto del Perú, las mujeres se sienten incómodas alrededor de extraños.
Sopa tradicional
Pepe, nuestro guía turístico, decidió visitar a nuestra familia para el almuerzo. Mi amigo, Pepe y yo nos sentamos en una banca de madera dentro de la pequeña y oscura cocina.
La madre de Nancy se arrodilló silenciosamente sobre el piso lleno de polvo para cocinar. Sancochó una sopa tradicional de caldo, huevo, fideos, pollo y maíz. Le pedí a Nancy que preguntase a su mamá cuántas generaciones de su familia han vivido en la isla.
“Desde siempre”, respondió.
Después del almuerzo caminamos a la cima de un cerro para ir al templo Mamapacha (madre tierra) para ver la puesta del sol. Las mujeres nativas se sentaron junto a sus objetos a la venta (gorros, chalinas y chompas de alpaca) mientras sus hijos corrían entre las piernas de los extranjeros.
Un par de niños caminó a nuestro lado mientras subíamos por el cerro, tocando canciones andinas folclóricas por sus pipas de madera. Tocaron en una perfecta harmonía de dos partes, mientras que los extranjeros caminaban fatigosamente, jadeando por aire. Vimos el atardecer en el templo de la Pachamama, desde el mismo lugar en el cielo donde los Incas lo habían visto hace mil años mientras hacían sacrificios a sus dioses.
Un tranquilo mundo ideal
No dormí bien esa noche. Me despertaba el sonido del viento soplando sobre nuestra puerta de estaño y por la ventana de vidrio roto. Alrededor de las 4 de la mañana me abrigué y salí para dar una vuelta en la completa oscuridad y encontrar la letrina.
Los animales de la granja hacían el único ruido de la isla a esa hora. Las olas acariciaban la orilla, y sentí que estaba flotando en un pacífico mundo ideal.
Luego de comer pan frito en el desayuno, Nancy tocó nuestra puerta y dijo que era hora de encontrarnos con nuestro grupo en el puerto. Nos acompañó a donde la habíamos conocido y se despidió de nosotros evitando nuestra mirada. Mientras embarcábamos el bote, vimos cómo Nancy encontraba a una de sus amigas aymara y conversaba con gran energía.
Viviendo unidos
El estilo de vida de los aymara es uno que la civilización occidental rechazó hace cientos de años. Estos hombres, mujeres y niños viven de manera natural, unidos a su familia y vecinos, sin la superficial competencia del mundo moderno.
La isla de Amantani es un estilo de vida con el que no me puedo identificar porque nací y crecí en Estados Unidos, con calefacción en invierno y aire acondicionado en el verano, cenas de comida rápida, lavadoras, hornos e inodoros. Sentí alivio cuando dejamos el puerto de Amantani hacia un mundo que conocía.
Los pobladores del lago no tienen deseos de mudarse y mezclarse con los demás. Esa vida es todo lo que conocen, y parece que les sienta bien.